Rumanía, Transilvania

Llegamos a Oradea, Rumania, a pocos kilómetros de la frontera con Hungría, con 16º C de temperatura y lloviendo, aunque según nos dijeron más tarde, era el primer día de lluvia, así que ya sabíamos que algo de barro nos encontraríamos.

 

Continuamos hasta Baile Félix, una localidad con aguas termales. Nos recibió el guía local, Mircea, y su chica, Mirella. A media tarde llegaron Federico y Alberto y, poco a poco, mientras cargábamos el track del día siguiente y comentábamos el largo viaje hasta llegar allí, fueron llegando todos. Cenamos en el hotel y todos nos retiramos a dormir, hacía sueño...

DÍA 2º (domingo, día 5 de agosto)

Nos levantamos prontito, habíamos quedado para desayunar a las 8.00 h, teníamos que ir a cambiar euros por lei la moneda local (1 euro-2,9 lei), pero era domingo y no fue fácil encontrar un sitio, repostamos y... ¡¡comienza la aventura!!.
Nos dirigimos a los Montes Apuseni, en los Cárpatos Occidentales. Paisajes maravillosos, pistas no muy complicadas aunque con alguna trialera y búfalas. Pasamos por pequeñas poblaciones madereras, con casitas muy pequeñas, todas iguales, algunas con ropa tendida, donde manipulan en los aserraderos la madera que cortan del bosque, de hecho, vimos algún que otro montón de madera preparada para cargarla en camiones que suben y bajan por pistas a menudo estrechas.
Pasamos por una zona arrasada, habían talado una superficie inmensa, el paisaje era desolador, junto a paredes de troncos apilados. Durante todo ese trayecto nos acompañó el río, y así llegamos a una explanada donde había unas casas muy curiosas: toneles enormes con tejado y una puerta blanca para acceder al interior.
Seguimos la ruta (era de 170 Km) y, tras pasar por unos tramos con algo de barro llegamos a una bajada estrecha con alguna piedra considerable a los lados, este paso vendría a complicar el día y seria causa de la retirada de un coche. Bajaron dos coches y el tercero fue el de Alberto, el más ancho de la expedición de los 10 que éramos; a continuación el tercero, el nuestro, fue el ultimo en bajar, cuando lo intentaba el siguiente pinchó una rueda, dio marcha atrás... y el resto decidió no pasar, por lo que se buscó una alternativa con la ayuda de un paisano que pasaba por allí, atravesando un campo y buscando la carretera
Por su amabilidad se le ofrecieron 50 lei como forma de agradecimiento, a lo que contestó que era mucho, así que buscó en la cartera de Federico un billete de 10 lei y se despidió, curioso tipo, tampoco consintió en que se le acercara a casa.
Llegamos al hotel ya de noche los dos grupos: por un lado, los que atravesaron el paso complicado, siguiendo el track y por otro, el resto.
El hotel “Poiana Verde”, nos esperaba en Albac, la belleza del paisaje y su situación hacían de este enclave un lugar extraordinario.
Compartimos vino en una cena a base de comida típica rumana servida con mucha amabilidad.

DÍA 3º (lunes, día 6 de agosto)

Efectivamente, el paisaje de día era una maravilla. Salíamos a las 9.00 h, aunque al final nos retrasamos un poco porque la organización tenía que coordinar el arreglo de la rueda pinchada del coche el día anterior, por lo que éramos tres coches menos, pues el coche de la familia con cinco niños prefería hacer turismo más tranquilo, coincidiríamos todos en el próximo hotel.
Comenzamos la ruta, de 160 Km, también sin lluvia (estábamos teniendo suerte). Paramos en un pueblo donde había instalado un mercadillo y una feria de ganado, era un día de fiesta. Los puestos tenían objetos para la gente local: zapatos, ropa (alguno era de segunda mano), utensilios varios, comida, etc., pero lo más curioso era la compra-venta de ganado: vacas y terneros sobre todo. Estábamos en la Rumanía rural.
Seguimos ruta con tramos de barro, en todo momento rodeados de frondosa vegetación, con alguna trialera complicada y surcos muy profundos que había que dejar entre ruedas, a veces teníamos que pasar muy despacito.
Íbamos pensando en comer cuando tras pasar por una carretera muy, muy rota, con unos hoyos muy incómodos, pinchamos. Estábamos tres coches, así que el cambio de rueda se hizo relativamente rápido por la colaboración de los compañeros de viaje, aunque el gato se empeño en querer darnos un disgusto al perder la horizontal, la cosa terminó bien..., el espíritu de colaboración fue una constante en este viaje.
Llegamos a media tarde al hotel en Alba Iulia, con tiempo suficiente para que nos repararan la rueda pinchada con un parche de rueda de camión.
Durante la cena nos deleitaron con un recital en un salón estilo rococó con mobiliario blanco y moqueta azul, por cierto, una cena espléndida.


D ÍA 4º (martes, día 7 de agosto)

Salíamos a las 9.30 h, para que antes nos diese tiempo a ver el casco antiguo de la ciudad Alba Iulia, ciudad amurallada en forma de estrella con siete puertas, pero sólo vimos eso: la muralla, todas las puertas estaban cerradas. Antes de montarnos en los coches (a alguno le habían hecho desaparecer momentáneamente la antena de la emisora), la organización nos comentó que bajaríamos una trialera “divertida” que el año pasado no pudieron pasar por las intensas lluvias. Fue una ruta menos dura y más corta que las anteriores, pero también todo terreno: pistas, barro y bosques, a veces se perdía la señal del GPS por la frondosidad del paisaje.
Finalizada la comida tuvimos un intercambio cultural con un paisano rumano que iba en su carro, y de camino al hotel visitamos el mejor Museo de Iconos de cristal del mundo, todos ellos realizados por amateurs, también paramos en Sibiu, capital europea de la cultura 2007, donde pudimos subir a la Torre del Consejo para tener una panorámica de la ciudad.
Ya estábamos en la región de Transilvannia, donde hubo mucha influencia alemana, como se apreciaba en la construcción de las iglesias, con un estilo peculiar y fortificadas alrededor, parece ser que a partir de 1989 se pagó a los miles de alemanes que vivían allí para que se marcharan a Alemania una vez caído el muro de Berlín.
El hotel, en Ocna Sibiului, era un conjunto de edificios que se construyeron para el disfrute de los pertenecientes al sindicato comunista, en época de Ceaucescu, con aguas termales con sal.

DÍA 5º (miércoles, día 8 de agosto)

La cuarta etapa del viaje, prácticamente hoy transcurriría toda por carretera. En esta etapa se unieron a nosotros Carlos, Ana y familia. Salimos a las 8.30 h dirección Brasov, con la intención de visitar el castillo del Conde Drácula, aunque lo verdaderamente draculiano fue el eterno viaje por carretera debido a las obras y a tramos cortados, y es que hay poca coordinación a la hora de ponerse manos a la obra estos rumanos. Llegamos a Brasov sobre las 13.00 h, con poco tiempo para ver la ciudad, ya que poco después de las 14.00 h deberíamos partir hacia “Draculandia” (castillo de Bran), así que sólo pudimos dar una vuelta por la plaza y visitar la Iglesia Negra, que posee la mayor colección de alfombras del país: 190. Esta iglesia es así de negra por fuera debido a un incendio que asoló la ciudad y tiñó sus muros.
Así pues, y a la hora programada salimos hacia Bran. Una vez aparcados los coches y de camino al castillo, gran cantidad de puestecillos de souvenir, sin apenas artesanía; por cierto, el castillo nada tiene que ver con el Conde Drácula, ni siquiera vivió aquí...
Antes de ir al hotel fuimos a ver la fortaleza de Brasov, imponente ciudadela desde donde se podía divisar un espectacular paisaje de los Cárpatos.


D ÍA 6º (jueves, día 9 de agosto)

Partimos de mañana con buen día y en dirección a Pitesti hasta llegar a Campulung, donde paramos para proveernos de pan. También nos detuvimos para visitar un monasterio ortodoxo en Calimanesti, parque regional de Cozia.
Ya en pista, transitamos por maravillosos paisajes como todos los días. En el río nos encontramos con buscadores de oro, muchas colmenas y abetos, muchos abetos, un gran horizonte de abetos. Tras la comida, de nuevo en ruta. La última parada sería en el pueblo de Cisnadie, donde vimos una iglesia alemana fortificada.
DÍA 7º (viernes, día 10 de agosto)

Salimos muy de mañana, como siempre, en dirección de nuevo a los Montes Apuseni, no sin antes cruzar el río Sebes en una romántica plataforma de madera con tracción mecánica. Coches, barca y barquero fueron lo más espectacular de aquella jornada de mañana, junto con la subida de la famosa trialera, que desde principio de la mañana amenazaba con ser el principal obstáculo para nuestras bestias mecánicas y nuestro ánimo inquebrantable.
Había maneras y maneras de subir, y si no que se lo pregunten al que subió sin reductora... ¡monstruo!, En fin... todos subimos sin que ninguno hubiera de necesitar ningún tipo de ayuda.
Con negros nubarrones que amenazaban una gran tormenta decidimos variar la ruta primitiva y dirigirnos en busca de pitanza y buena cama. La estación de esquí de Arieseni nos ofreció un bello paisaje y el mejor hotel de cuantos visitamos en este viaje.


D ÍA 8º (sábado, día 11de agosto)

Serían las 9 de la mañana cuando nos dispusimos a consumir nuestro último día de ruta. La etapa discurrió por preciosas pistas en un, ya aburrido, idílico paisaje, y es que... hasta lo bello cansa (es broma).
En esta ocasión tuvimos que buscar una alternativa al encontrarnos cortado el camino, en ese momento dos versiones: una, la de Mircea, que haciendo oídos sordos a la recomendación de los leñadores defendía seguir adelante, la segunda, la de los propios leñadores, que insistían en que no podíamos pasar. Enviados exploradores a inspeccionar el terreno, decidimos variar la ruta.
Camino de la Cueva del Oso compramos artesanía a pie de pista, un curtido septuagenario hizo las delicias de todos nosotros y de los niños enseñándonos su casa y su molino de agua, mientras Eduardo sacaba de su rueda 10 cm. de herradura, sí señor, esto es un pinchazo.
Todavía nos quedaba el fin de fiesta, la madre de las trialeras, el 4 x 4 total, preciosa trialera de bajada, con un grado de dificultad y, sobre todo, con una longitud como no habíamos visto hasta ese momento.
Visitada la citada Cueva, también conocida como campo de... estalactitas de diferentes tamaños y formas, y bajo un gran aguacero, siempre amenazante, pero del que nos habíamos ido librando día a día, nos dirigimos al hotel que nos vio llegar y que finalmente nos vería partir.
Dentro del capítulo de agradecimientos tenemos que señalar la excelente disposición en todo momento de nuestro guía local, Mircea, el buen ambiente reinante, y nuestra felicitación a la organización, que completó un excelente trabajo. Hasta siempre.

 

Susana y Emilio

Fotografías

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